Toda madre que está en la dulce espera, experimenta desde el momento en que acepta su estado, un profundo cambio emocional. Cuando lamentablemente ocurre una perdida gestacional o el niño no vive mucho tiempo, puede ser trágico para la madre.
Cuando un bebé llega posterior a una pérdida, es llamado “bebé arcoíris”. Se llama de esta manera porque es un ser que llega para traer de nuevo la luz a la vida de la madre y su familia.
Los bebés arcoíris brindan una cierta sensación compensatoria para quienes han visto partir prontamente a su pequeño, aun en el tiempo de embarazo. Es esperado incluso con mayor ansia que el recién perdido, el temor se suele apoderar de los sentimientos y tanto la madre como los demás integrantes de la familia, procuran mayores cuidados y tranquilidades a la gestante. Con miras a proteger al máximo el desarrollo de ese nuevo hijo que, aunque le traerá la felicidad de vuelta, nunca reemplazará al hijo perdido, a ese que le duró poco y que obviamente jamás olvidará. A estos se les llama “bebé estrella”, por el hecho de que siempre brillará en el recuerdo, que se sufrió y se amó desde el primer momento.
Esperar un bebé arcoíris es sinónimo de que si se puede ser madre, que no todo el tiempo tiene que haber un desenlace funesto, le da a la mujer esa seguridad que necesita de que concebir es el mejor y mayor milagro que puede experimentar, cuando al fin lo tiene en sus brazos, el sufrimiento por el bebé anterior pasa a un segundo plano, donde los sentimientos y la dedicación a este nuevo retoño ocupará la mayor parte de su tiempo, no habrá espacio para seguir sufriendo sin consuelo, porque este bebé arcoíris será ahora su consuelo.