La Musica y los bebés

Según la experiencia de algunos médicos que trabajan con bebés menores de 6 meses, todavía no han encontrado a un niño que no sea capaz de tocar un instrumento al ritmo de una canción.
Sonidos como los tambores de guerra es la forma humana de imitar el latido del corazón.
Recuerde que los latidos del corazón de una madre es lo primero que un bebé ha escuchado y sentido durante los primeros nueve meses, estando en el útero.
Nunca perdemos nuestra respuesta a este sonido reconfortante.
Incluso los pacientes de Alzheimer responden al ritmo de un tambor cuando suena cerca de ellos con un ritmo acompasado.
A los niños les encanta moverse al ritmo de un tambor.
Usted puede utilizar diferentes ritmos para indicar cómo debe moverse.
Escuchar ritmos constantes muy lento para grandes pasos, en voz baja de puntillas, el silencio para detener, o hacer su propio.
Hacer este tipo de actividad con los niños ayuda a desarrollar habilidades de escucha, la discriminación del sonido, la conciencia de arranque y parada esto podría convertirse en parte de la conciencia de seguridad, así como desarrollar habilidades de motricidad gruesa.
Usted puede hacer los tambores y que su hijo haga el movimiento o mejor aún, revertir.
Los niños no tienen muchas oportunidades para estar en control.
Deje que su niño tiene el tambor y que puede hacer el movimiento.
Ellos rápidamente se dan cuenta de su poder de una manera muy positiva.
También aprenden sobre el ritmo al hacer esto.
Esta es una actividad ideal para días de lluvia.
La musicoterapia utiliza el sonido como un instrumento de comunicación, que ayuda a los pacientes a expresar sus emociones de forma no verbal.
El recurso a la música con fines terapéuticos es antiguo y, en su origen, estaba relacionado con un modelo de pensamiento mágico religioso o chamánico.
El concepto de musicoterapia como disciplina científica se desarrolló a partir del siglo XVIII, cuando el médico y músico londinense Richard Brockiesby escribió el primer tratado sobre la materia.
La utilización de la música como instrumento de cambio es tan antiguo como la propia música.
La musicoterapia no sólo facilita la libre expresión, sino que, sobre todo, trata de desarrollar la capacidad potencial de comunicación y de relación del paciente.
Los instrumentos que se usan en musicoterapia son fáciles de utilizar y no requieren particulares habilidades motrices, sensoriales o psíquicas; tanto es así, que muchas veces se emplean instrumentos objetos naturales y cotidianos como tapas y platos o inventados por el musicoterapeuta, capaces de estimular una mayor interacción, precisamente, porque suscitan curiosidad al ser extrapolados de su contexto original o al ser creados especialmente.
Estos instrumentos se combinan con los definidos como convencionales, es decir, fabricados o ya conocidos, como el xilófono o las maracas.
También se puede recurrir a la musicoterapia ya desde el embarazo, para estimular en la mujer una mejor percepción de su cuerpo.
Al afinar la relación con su voz, se potencia la relación con el niño.
En el ámbito de la rehabilitación y la terapia, la musicoterapia se aplica incluso a niños muy pequeños, a partir de los 18 meses, que presentan situaciones médicas graves, como retraso del desarrollo, enfermedades genéticas o parálisis cerebral infantil.
Asimismo, esta terapia ha resultado ser especialmente eficaz en personas que sufren retraso del lenguaje, problemas sociales y comportamientos o trastornos psíquicos o intelectuales.
A veces, en el tratamiento, el papá o la mamá también participan.
La musicoterapia puede estructurarse en recorridos individuales o colectivos.
Los primeros están indicados en caso de discapacidades psicomotoras graves, mientras que los segundos son más adecuados en ámbitos escolares y comunitarios, así como para las mujeres embarazadas, los adultos o los ancianos.
La duración de cada sesión de musicoterapia es de unos 45 minutos, y la frecuencia suele ser semanal.
El trabajo puede variar de duración en función del tipo de intervención efectuada y, por regla general, se prolonga durante un período mínimo de seis meses.

Vía: http://cosasbebe.com/